Cuando aún cabalgaba entre la infancia y la pubertad, cayó en mis manos una serie de clásicos de la literatura universal adaptados para niños. No eran más que reducidas versiones de sus hermanos mayores, de apenas ciento veinte páginas y con ilustraciones, pero que bastaron para despertar en mí la sed de aventuras. Gracias a estas adaptaciones me sumergí en los mundos de Veinte mil leguas de viaje submarino, La isla del tesoro, Las minas del Rey Salomón, El hombre invisible, La máquina del tiempo y muchas otras joyas.
Casi dos décadas después, hace ahora apenas cuatro meses, leí un artículo donde se hacía eco de la nueva novela de Félix J. Palma, El mapa del cielo, la cual, decía el periodista, era la continuación de una serie victoriana que rendía homenaje a uno de los padres de la ciencia ficción, Herbert George Wells, y que venía firmada por la pluma de uno de los más prometedores escritores del panorama español. En el caso de la obra recién publicada, homenajeaba a La guerra de los mundos; en cuanto a la primera, publicada hace cuatro años y aclamada por crítica y público, reverenciaba a La máquina del tiempo. Esto despertó mi curiosidad y dos semanas después ya había comprado la primera novela, El mapa del tiempo, XL premio Ateneo de Sevilla, que permaneció en mi estantería hasta que decidí leerla y disfrutarla.
Y mi conclusión es que el homenaje resulta a medias, unas veces debido al autor, otras, al editor, y otras, la verdad, debido a las expectativas depositadas.