martes, 30 de octubre de 2012

El olvido que seremos


Nunca he sentido predilección por los libros que hablan de realidades cotidianas, mucho menos por los autobiográficos. El olvido que seremos lo compré por recomendación de una compañera de clase de narrativa. Me fiaba de su criterio, si bien no supe hasta iniciada su lectura, ni siquiera me bastó la reseña de la contraportada, que se trataba de un libro autobiográfico, escrito por necesidad de decir al mundo quién fue su padre y por qué fue asesinado.

Para empezar, el libro está dedicado a Alberto Aguirre y Carlos Gaviria, sobrevivientes, compañeros de su padre en la lucha contra los crímenes e injusticias cometidos en Colombia. La cita que aparece a continuación, antes del inicio del relato de los hechos, me parece tan preciosa que me veo obligado a transcribirla:

Y por amor a la memoria
llevo sobre mi cara la cara de mi padre.

Yehuda Amijai

Después de esto, nos sumergimos en lo que en un principio parece la bonita historia de un hijo y un padre con final trágico. De cómo el padre ama al hijo por encima de sus cinco hermanas, lo sumerge en los libros de ciencia y filosofía de forma paralela a la educación religiosa que recibe en el colegio; y de cómo, gradualmente, el padre se implica de lleno en la lucha contra las injusticias sociales que ahogaban (y aún ahogan) al pueblo colombiano, poniendo en peligro su plaza de profesor en la Universidad, e incluso su vida.

sábado, 6 de octubre de 2012

El nacimiento de la República Popular de la Antártida


Hace mucho tiempo, diez Navidades para ser concretos, tuve los Reyes más literarios que recuerdo. Sucedió que entré en una librería –no daré nombres, aunque es de sobras conocida– y comencé a apuntar en una lista todos los títulos que me llamaban la atención. Se contaban por decenas. Pues bien, el día seis de enero me los encontré todos, lo cual, desde luego, anulaba la sorpresa cuando ya iba por el duodécimo paquete que abría. Aún hoy arrastro ciertos títulos pendientes de leer que, con toda probabilidad, se llevarán unos cuantos meses más amarilleando en las estanterías. He de reconocer que no anduve demasiado fino en la elección de mis propias lecturas; se trataban de otros tiempos, era joven e inexperto. En fin.

Intenté leer uno de aquellos títulos cuatro años después de recibirlo como regalo y desistí a las cincuenta o sesenta páginas. Se trataba de El nacimiento de la República Popular de la Antártida, de John Calvin Batchelor. Seis años más tarde, en el presente, lo aceché como un depredador y me dispuse a hincarle el diente, confiando en que esta madurez que me va embargando conseguiría modificar el prisma desde el cual lo había visualizado en su momento. La ilusión me duró sólo cincuenta páginas más que entonces, pero lo terminé por mis santas p*l*tas, después de haber probado a leer este libro en todas las posturas y situaciones imaginables, salvo bajo la ducha, sin lograr cogerle el gusto.