Nunca he sentido predilección por los libros que hablan de realidades cotidianas, mucho menos por los autobiográficos. El olvido que seremos lo compré por recomendación de una compañera de clase de narrativa. Me fiaba de su criterio, si bien no supe hasta iniciada su lectura, ni siquiera me bastó la reseña de la contraportada, que se trataba de un libro autobiográfico, escrito por necesidad de decir al mundo quién fue su padre y por qué fue asesinado.
Para empezar, el libro está dedicado a Alberto Aguirre y Carlos Gaviria, sobrevivientes, compañeros de su padre en la lucha contra los crímenes e injusticias cometidos en Colombia. La cita que aparece a continuación, antes del inicio del relato de los hechos, me parece tan preciosa que me veo obligado a transcribirla:
Y por amor a la memoria
llevo sobre mi cara la cara de mi padre.
Yehuda Amijai
Después de esto, nos sumergimos en lo que en un principio parece la bonita historia de un hijo y un padre con final trágico. De cómo el padre ama al hijo por encima de sus cinco hermanas, lo sumerge en los libros de ciencia y filosofía de forma paralela a la educación religiosa que recibe en el colegio; y de cómo, gradualmente, el padre se implica de lleno en la lucha contra las injusticias sociales que ahogaban (y aún ahogan) al pueblo colombiano, poniendo en peligro su plaza de profesor en la Universidad, e incluso su vida.