domingo, 11 de noviembre de 2012

Relatos de lo inesperado


Si menciono a Roald Dahl, puede que no haya una gran cantidad de personas a la que le suene tal nombre. En cambio, si enumero libros infantiles como Las brujas, Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, El gran gigante bonachón y Matilda, seguramente este autor resulte más conocido.

Durante los primeros años noventa, cuando yo aún iba a caballo entre la infancia y la adolescencia, y todavía no había aterrizado en España el fenómeno de Harry Potter y la moda de las sagas de historias que se estiran hasta el infinito y más allá, los libros de Roald Dahl me causaron fascinación por su extraordinaria imaginación. Sus cuentos eran protagonizados por niños, comúnmente acosados por villanos, y a menudo recurrían a la magia o a sus capacidades especiales para superar cuanto obstáculo se les interpusiera en el camino. Las páginas de estos libros se encontraban plagadas de una sustancia invisible que te mantenía pegado a ellas, una materia que por aquel entonces no supe identificar, pero que ahora sí alcanzo a reconocer: dosis de humor negro y dulce crueldad adaptadas para niños.

Yo ya sabía que Roald Dahl tenía otra faceta más adulta, pero nunca le presté demasiada atención hasta que cayó en mis manos este Relatos de lo inesperado. Parecía la ocasión perfecta para comprobar hasta qué punto desplegaba su arsenal de humor negro y crueldad, y por qué motivo Alfred Hitchcock había adaptado para la televisión muchas de sus historias.

Relatos de lo inesperado es una recopilación de dieciséis cuentos donde las apuestas, los engaños y la muerte son los invitados de honor. Pocos personajes de las historias que nos cuenta Roald Dahl pueden considerarse mentalmente sanos. La mayor parte de las tramas se resuelve mediante diálogos que colaboran con una lectura ágil y unos finales en ocasiones sorprendentes.

En Gastrónomos tenemos el afán de un hombre por lograr que su amigo pierda una apuesta de cata de vinos, poniendo como trofeo a su propia hija. Cordero asado es un relato que rezuma crueldad. En él, una mujer despechada asesina a su marido con la pata de cordero congelada que iban a cenar esa misma noche. La irrupción de los traumáticos recuerdos infantiles en la monotonía de un hombre gris hacen acto de presencia en Galloping Foxley. Tatuaje es el relato de dos amigos cuyos caminos se separan en la juventud para volver a cruzarse en el presente con los papeles intercambiados y unos resultados nefastos. Es una crítica a la banalidad del arte y al menosprecio con que tratan las clases sociales superiores a las inferiores. Mezcla de humor negro, surrealismo y ciencia-ficción en William y Mary, relato en el cual la mujer lee la carta que le ha dejado su marido como última voluntad, texto donde desvela su confabulación con un médico para lograr vivir más allá de la muerte. En La subida al cielo, quizás el relato más retorcido y uno de mis favoritos, nos encontramos con una mujer cuya obsesión por la puntualidad llega a coquetear con la locura. En Placer de clérigo, la afición por los muebles antiguos de un religioso cuya racanería le cuesta caro. Jalea real es un relato con dosis de surrealismo, donde un padre aplica sus conocimientos de apicultura para hacer que su hijo, de apenas unos meses de edad, se alimente bien y crezca sano.

Tras la lectura de las dieciséis historias, uno no puede sino dar la razón a quienes opinan que nos encontramos ante un maestro de la ficción corta casi a la altura de Allan Poe.

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