miércoles, 1 de agosto de 2012

Mecanoescrito del segundo origen


Los últimos acontecimientos a nivel mundial nos demuestran que, si no ponemos remedio, nos acercamos a una nueva Edad Media: unos cuantos privilegiados manejan la riqueza y el poder, mientras que otros tienen el privilegio de trabajar por un salario, y una gran parte es la que pide limosna y se muere de hambre. El oscurantismo y la superstición disfrazados de economía global sumen a la sociedad en una absoluta pérdida de valores: lo que importa es salvar el culo, pisotear a los demás si es preciso. Internet ha provocado una apoplejía en los cerebros de la mayoría silenciosa cuyo modo de protesta se produce desde el sofá, con la boca cerrada y haciendo clic en "me gusta". Pero no contentos con eso, nos convertimos en la mayor plaga que afecta a nuestro hogar: el planeta se resiente y se calienta, los recursos escasean, la biodiversidad está en peligro, los bosques arden, afloran las medusas en el mar y los desiertos en la tierra. Comentarios del tipo "el mundo se va a la mierda" están a la orden del día. Así pues, parece un escenario perfecto para derribar hasta los cimientos y comenzar desde cero. Un renacimiento, un segundo origen. Pero ¿cuál podría ser el acto final que la Humanidad se merece? ¿Quiénes deberían ser los elegidos para empezar desde casi cero y volver a repoblar el planeta, si es que realmente nos merecemos una segunda, o tercera, oportunidad?

Ahora imagínate que estás en una playa de ciudad, entras en el agua, buceas un poco y, cuando emerges, todo a tu alrededor se encuentra destruido y nadie queda con vida. ¿Soportarías varios meses refugiado, esperando alguna señal de otros supervivientes? Si además te encontraras a tu bebé lactante muerto en la cuna, ¿caerías en la locura? Y si fueras hombre, ¿despertarían tus más bajos instintos en cuanto encontraras a una joven con vida? ¿Estarías dispuesto a preservar todo el patrimonio y recuperar el conocimiento que han legado miles de años de Historia? Ser el último superviviente —o el primer humano del nuevo origen— no es tarea fácil, pues no sólo consiste en pensar en uno mismo, conservar la cordura y saber sobrevivir. Se antoja una responsabilidad que el destino te ha asignado. Sin embargo, olvídate de merecimientos si, seas hombre o mujer, te ha tocado pasar el trance en solitario: si no puedes repoblar, no eres la elección de la Madre Gaia.

Mecanoescrito del segundo origen salió a colación en una conversación de rabiosa actualidad sobre crisis, Apocalipsis, distopías y fantasías orwellianas. Yo no lo conocía y me sugirieron fervientemente que lo leyera. La obra de Manuel de Pedrolo no es una lectura cualquiera: es el libro más leído de la literatura catalana. Pero tranquilos, que existe la edición en español, y en un formato y olor muy atractivos, por cierto.

Para entender bien, desde el principio, lo que nos cuenta de Pedrolo, hay que considerar la sinopsis de la contraportada como un prólogo. De esta manera sabrás que lo siguiente que leerás se trata de cuatro cuadernos recuperados en el año 7138 de la nueva era, escritos cuatro milenios atrás. Por tanto, podríamos hablar de un narrador editor que muestra el contenido de los cuadernos para, posteriormente, en forma de epílogo, sacar una serie de conclusiones que redondean y dan mayor profundidad a la historia.

Y hasta aquí trato con frivolidad esta maravillosa obra, pues Alba, una muchacha de catorce años, virgen y morena, salva a Dídac, un niño de nueve años, de morir ahogado en la alberca de una esclusa justo en el momento en que un ataque extraterrestre acaba con la vida de hombres, mujeres y mamíferos. Sólo los dos, al parecer, sobreviven, pues la catástrofe se producirá cuando ellos se encuentren bajo el agua. Los niños que empujaron a Dídac a la alberca porque era negro son los primeros que ven muertos. Un comienzo contundente y con una gran carga moral para una bildungsroman. Parece que Alba y Dídac son los elegidos para empezar desde casi cero, y parece que los alienígenas, en un alarde poético, supieron escoger el momento para acabar con todos menos con ellos dos. Seguramente ambos habrían corrido la misma suerte que los demás supervivientes si no hubiera sido porque les tocó permanecer juntos.

A partir de entonces, Alba y Dídac comienzan una historia de apoyo, superación y mucho temple para no caer en la desesperación. Alba muestra una madurez impropia y desde el principio es consciente de que, si no hay más supervivientes, se verá obligada a llevar en su vientre los hijos de Dídac, tantos como sea posible. Sobreviven un tiempo a base de recuperar alimentos de entre los escombros de toda Cataluña, incluida Barcelona capital, aunque no tardan en plantearse que los recursos, al final, los tendrán que sembrar ellos. Buscan cobijo en bosques, en masías, en una roulotte, reparan vehículos para poder moverse por un terreno destruido. Realizan una labor de recopilación del patrimonio de la Humanidad localizando bibliotecas, galerías de arte, e incluso una cámara fotográfica y otra de vídeo, para dar testimonio de las generaciones venideras de cómo fueron los inicios de esta nueva era (quizás algunas de estas acciones estén algo cogidas con pinzas, pues no es del todo creíble que ambos tengan tantos conocimientos, por muy atentos que hubieran estado a los adultos, si bien no siempre obtienen resultados satisfactorios). Los libros se convierten en sus maestros. Las aves parecen ser la especie animal que ha heredado la Tierra, la pueblan e impregnan el espacio con sus cánticos. Las carreteras son cubiertas por la vegetación. El aire que se respira está limpio. Ninguno de los dos jóvenes echa de menos su vida anterior. El ataque extraterrestre se ve más como una bendición que como una maldición.

Al cabo del tiempo, cuando Alba cuenta con diecisiete años y Dídac con doce, consiguen restaurar una pequeña embarcación con la que inician un viaje por la costa mediterránea hasta Italia, y en el cual descubren a otros supervivientes, si bien han sido abandonados por la cordura. Las imágenes que consigue de Pedrolo en estos encuentros son impactantes. Durante el viaje, lleno de estampas cargadas de poesía, Alba y Dídac culminan un proceso que dio inicio desde el momento en que ella agarró la mano de él para sacarlo de la alberca: se enamoran. El viaje los ha transformado, se presenta como el salto hacia una madurez precoz, pues regresan a la tierra que los vio renacer en calidad de los padres de la próxima Humanidad.

Sin embargo, el destino aún les tiene reservada la más dura de las pruebas.

Mecanoescrito del segundo origen bebe de Robinson Crusoe, de La guerra de los mundos y de otras historias apocalípticas, pero adquiere vida propia gracias a la inocencia de dos niños que nos dan una lección sobre quiénes son los herederos de la Madre Tierra: los puros de corazón, los más jóvenes y los no alienados por una sociedad que impone una falta de valores y de espíritu de lucha alarmantes.

En resumen, una inolvidable historia de amistad, amor y madurez, escrita con primorosa sensibilidad, moralizadora y de lectura obligada en estos tiempos que corren.

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